El hombre que hablaba mucho


Erase una vez un hombre que hablaba mucho. Todo el día lo pasaba hablando. Siempre tenía algo que decir -era sociable él-. Siempre sabía en qué cosa exactamente había fallado su compañero en el último trabajo -vista de lince que tenía-. Siempre tenía algún sabio consejo que dar -no era un roñoso y compartía su sabiduría-. Siempre hablaba porque a los demás les interesaba lo que decía, aunque nadie se lo contó -es que son tímidos, pero él era muy astuto-. Los demás son unos vendidos, un poco más de ética profesional por favor: haced como yo, hay que ser honesto y con principios -y te tienes que llamar Modesto-. Decía que estaba seguro de que sería un ejemplo de buen periodista -amplitud de miras que se le llama-.

Plataforma exterminio de los justicieros.